Es impresionante la capacidad que tiene nuestro cerebro para presentarnos las más aparentemente desquiciadas y altisonantes asociaciones mentales y, unos instantes después, resultar que no sólo contienen una lógica exquisita pero que son genialmente inspiradoras. Eso, sin que medie orden alguna entre el individuo y su voz interior.
Cuando me tropecé con esta imagen en mi muro de Facebook y me detuve a asimilar su contenido, para mi propia sorpresa y por alguna razón por demás extraña, una canción de cuna de mi infancia empezó a cantarse sola desde los confines más recónditos de mi ser:
“Mambrú se fue a la guerra, qué dolor, qué dolor, qué pena,
Mambrú se fue a la guerra y no sé cuando vendrá.
Do re mi, do re fa, no sé cuando vendrá.”
Hoy soy Mambrú. Me han lanzado a la guerra. No tengo idea de cuándo volveré a sentir que logro poner mis competencias al servicio pleno de los demás y, a la vez, no tengo un ápice de duda de que esto, efectivamente sucederá. ¿A más tardar? Para la Pascua! Esperen y verán qué será con gracia!