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䷉ Prosperidad con equidad

sábado, 11 de abril de 2015

Esta VII Cumbre de las Américas me recuerda cuando quienes tienen que escuchar no se hacen a sí mismos disponibles porque no consideran que los aportes de los demás le serán valiosos. En mi libro, eso se llama arrogancia. «Ya vine a decir lo que quería y voy por fuera ya que tengo ocupaciones de mayor envergadura que demandan mi presencia».

¿Cuál es el propósito de una Cumbre entonces? ¿No era escucharse entre sí? ¿Comprender la situación de los demás? ¿Ejercitar la susodicha empatía? ¿No era aportar las soluciones que les han funcionado a otros en casos similares? ¿Bajarse del bus y compartir recursos?

Ahí debieran estar todavía sentados, absolutamente todos los dignatarios, hasta que el último hubiera culminado de expresar su mensaje al resto del continente.

La diplomacia es un concepto con el que no logro congeniar del todo. ¿Cuántas horas nos hubiéramos ahorrado todos (incluídos quienes cívicamente hemos seguido ávidamente la actividad) si lo primero que hubieran hecho los dirigentes es ponerse de acuerdo para comunicar, una sola vez, los mensajes generales? Si pienso en prosperidad con equidad, yo hubiera chasqueado los dedos (bis) y procedido más o menos así:

— A ver señores, ¿cuántos quieren agradecer a Panamá por la hospitalidad? Levanten la mano.
—¿Todos? Muy bien.35 votos.
— ¿Quiénes quieren enviar un saludo a Chile en estos momentos de dificultad? ¿Todos también?
—Me encanta cuando nos ponemos de acuerdo con tal facilidad.¡Sigamos!
—¿Al esfuerzo colombiano por intentar concretar su paz? ¡35 votos!
—¿Y a los señores Castro y Obama por su disposición al deshielo que finalmente dará por terminada la guerra fría?
—¡Todos! ¿Perdón? Le escucho.¡Ah! ¿Qué quieren incluir una ronda de aplausos con este último comentario? Anotado. ¡Maravilloso!
—Miren todos debajo de su silla. Uno de ustedes tiene un papelito pegado que lo acredita como el vocero de estos mensajes. ¿Quién es el afortunado ganador?

Cumplido el saludo de rigor en menos de cinco minutos hubiera procedido con las reglas del juego:

—Señores, ¿ustedes entienden que están aquí para trabajar, cierto? ¡Pongan atención que ustedes son inteligentes y se los voy a explicar una sola vez: A excepción de Cuba a quien le debemos 48 minutos, vamos a tener 8 minutos para cada país que serán medidos con un semáforo que pasará de verde a amarillo al inicio del último minuto y a rojo al finalizar el tiempo. En ese momento se apagará automáticamente su micrófono sin derecho a lamentaciones. Esto se les advirtió con antelación, así que ahora no vengan a hacerse los vivos. En sus puestos cuentan con un Sharpie (Sr. Castro, los Sharpies son marcadores) para que saquen de sus discursos todo lo que no cumpla con los tres filtros de Sócrates:

—¿Está seguro que lo que va a decir es cierto?
—¿Está seguro que lo que va a decir apela a lo positivo?
—¿Está seguro que lo que va a decir es útil a la prosperidad con equidad?

—Si no es cierto, ni bueno, ni útil, pásele el marcador. ¿Todos claros hasta aquí? Sí, ya sabía yo que eran inteligentes. ¡Sí, hasta usted Sr. Maduro! Para esta actividad contamos con cinco minutos. ¿Listos? ¡A tachar señores!

Ya con los borradores en formato final, continuaría…

—Cada cinco expositores tendremos un receso para ir al baño y créanme que hay suficientes. Quien no regrese a tiempo, se queda públicamente por fuera el resto de la jornada. Sólo se permitirá un asistente por país. Nadie más tendrá acceso a la sala y el evento será televisado. El almuerzo será servido en sitio y contaremos con una hora exacta para tal fin. “Yes, yes Mr. Obama… a working lunch. And no, no one from your staff will oversee if is safe for you to eat first. We will all have to trust our Chef on this one! Remember Stephen Covey’s «Working at the Speed of Trust»? Well, just like that!”

Lamento informarle al Sr. Castro que tampoco nos alcanza el tiempo para una siesta vespertina porque de aquí no nos vamos hasta al menos haber identificado tres líneas de acción, concretas y viables para todos en las Américas. ¡Es hora de demostrarle al mundo que aunque costamos bien caro, de vez en cuando, sabemos trabajar!

¡Oye! ya hubiéramos acabado.

¿Que el tema de Venezuela no nos permite ponernos de acuerdo en un 100% y por lo tanto no habrá decreto final? ¡Ay señores, eso no procede!. Tocará firmar un decreto por el 97% restante y explicar que también es galante acordar que no siempre se puede estar de acuerdo en todo. ¿No hubiera sido esto considerado por todos como un éxito rotundo?

Hay quienes me dirán que más valor tienen los encuentros de pasillo. Entonces, sugiero yo que la próxima Cumbre sea en Machu Pichu en vez de Lima, para que jueguen a tropezarse los unos con los otros por ahí, entre las ruinas porque, para mí, es una falta de respeto absoluta que cambien la señal televisiva de lo que acontece en una plenaria para mostrar la conferencia de prensa de un Presidente que está urgido por irse (se va el aviónnnnn, se va el aviónnnnn), o la entrevista de otro en los medios luego de que manifestó que no cree en el valor de la prensa, o la de un tercero que se ofreció para dar las palabras de fondo en una Cumbre de los Pueblos, que aunque valiosa, no estaba contemplada dentro del programa oficial pero que si sirve a sus intereses políticos, o hasta la de mi propio Presidente que no ha estado presente gran parte de la tarde, quién sabe atendiendo qué actividad más importante que la de ser el mandatario anfitrión, pero que todos esperan que pronto aparezca para un cierre a marchas forzadas.

Todo esto mientras la plenaria de las Américas queda cada vez más y más vacía. Lo cierto es que muero de pena ajena con el pobre Presidente cuyo discurso desafortunadamente se haya ganado el honor de ser el último de esta Cumbre.

¿Dictatorial? ¡Será! Pero… ¿no hubiéramos ganado bastante prosperidad siguiendo estas básicas reglas de equidad?

Tal cual concluí sobre una gran cantidad de los discursos escuchados, aspiramos a ser tratados como naciones adultas, con respeto y dignidad mientras exigimos patrocinios sin reciprocidad, seguimos culpando por todo al hermano mayor y la verdad es que nos importa un bledo la realidad del vecino. ¡Cuánta ñañequería! Como yo lo veo, el respeto y la dignidad no se dan. Se ganan. Tal cual Cuba se lo ha ganado hoy. Como decía mi mamá, “cuando usted se vaya y se pague sus cuentas, entonces…”

En esta Cumbre, fuera de un apretón de manos que ya se venía cocinando por casi dos años, como país anfitrión al menos logramos promocionar las bondades de nuestro terruño pero, ¿como continente? ¡sólo una foto grupal!

Detalles

Fecha:
sábado, 11 de abril de 2015
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